lunes, 31 de agosto de 2009

Close To You, Frío!

Me eh encontrado con la destrucción de la pareja y que puedo decir de ello ¿Tenemos masturbación cronica? no quiero interpretar no seria gusto para mí, ni para quien lo lea sin embargo cerca de la persona a quien amas se encuentran trifulcaciones legitimas, nos dice que el deseo, que de la fuente del deseo brotan todas las fuerzas del espiritu.
A continuación cito un trozo de un poema de Saint-John Perse:

¡Tú cantabas, poder, en nuestras rutas espléndidas!...

En la delicia de la sal se hallan todas las lanzas del espíritu...
¡Avivaré con sal las bocas muertas del deseo!

A quien no ha bebido, alabando la sed, el agua de las arenas en un casco, poco crédito en el comercio del alma.

La sed no es nada deliciosa y desde luego que no, pero beber sí, Y sin sed no se pude disfrutar bebiendo. Es el placer y el deseo un limite y una frustración y un regocijó a la vez, somos bocas muertas del deseo constantemente queremos al otro también refundirlo en nuestra boca muerta o queremos alabar la sed para que en ellas gozamos del disfrutar bebiendo ambas bocas. Para que en ellas broten todas las fuerzas del espíritu.

Mis oídos se quedan excitados del sonido que suscita tu voz y del arraigo de sonidos que encuentro en tus canciones, es pecado la envidia y el enojo y ahora me han de proclamar y decir que es pecado lo que escucho sonidos latentes con altibajos de tonalidades y de agudos estruendosos que agitan mi cabeza y permiten que fluya mi sangre cerca de ti en el momento exacto en el cual mi cuerpo se encuentra a tu lado es cuando quisiera llevarme ese pecado para poder morir tranquilo! eh! de se existencial porque mi lucha quiere que me encuentre en la nada.

Tenemos masturbación crónica y somos suicidas de la pasión, por que hemos de masturbarnos viendo al otro, tomados de una cuerda entrelazada en el cuello para que en el momento del éxtasis llegue la muerte. O esa cuerda esta amarrada al otro a quien tenemos a lado para que en el momento de mi éxtasis el o ella muera. Llegaremos a la plenitud o a la nada.

No quisiera encontrarme con ello pero lo encontramos o simplemente ahí se encuentra. Descubro que la naturaleza es sabia, somos seres naturales por que haz de modificar tu ser. al menos al final puedo decir que el amor facilita, posibilita o realiza nuestros fines no solo por su comportamiento si no por el hecho de existir.



"Igual que yo, siempre que estoy junto a Ti"

J.B López

miércoles, 26 de agosto de 2009

Un Límite y Un Universo.

Hoy me dispongo a hablar de lo siguiente, empezara a describir y se que todo ello son tantas cosas que en momento no sabré como expresarlo, ya que por un momento sera un limite y un universo. El límite es lo que me genera no poder escribir y el universo todo lo que hay.
Escucho sonidos, veo pequeñas curvas y pequeñas manchas tal vez son colores claros y un tanto fuertes la verdad es una combinación de colores, en ella existen diferentes tonalidades, unas claras otras puras, unas obscuras, pero no puedo definirlas en verdad cuesta trabajo. Quiero tomar como referencia a la luna, ya que ella tiene un poco de lo que trato de describir, no me refiero a cráteres si es lo que piensas, simplemente ve su tonalidad, ve como cambia a finales del invierno y como renace a principios de primavera, me hace sentir como en casa, Comenzamos con una luna llena la cual debido a su posición, no la podemos ver, observamos simplemente en su totalidad una luna tranquila y con un cierto brillo opaco pero luminoso, lisa pero tranquila y así como lo dice luna llena al fin completa. Después me encuentro con el cuarto creciente momento determinante para avisarnos que se encuentra, próximo un cambio pero que su plenitud por ahora dará tranquilidad, vemos en ocasiones solo una parte y en otras la mitad de ella. Ahora me encuentro con la Luna Nueva, que hermosa expresión o definición algo nuevo algo hermoso y en ella se encuentra la luna sumisa, hermosa, grande, poderosa, firme, concreta, bella, y a ello me hace pensar que día a día somos nuevos, ya que nuestras células, así como la luna ser regeneran y forma algo nuevo. Así es Nuevo, así puedo encontrar un nuevo lunático en ti!!. Y me encantaría encontrar miles de ellos en ti. Y nos encontramos con cuarto menguante, aquí se ha de preparar para la muerte o para la vida no lo se ya que por ultimo haz de volver a tu estado inicial o tal vez final no lo se ya que no se si haz de morir o dar luz a mi obscuridad la cual aun así provocas.


"Eh descrito, no a la luna, ya que ella sola se describe. Tengo presente lo que describo, pero ahora solo quiero que quien busque una descripción suya en estas palabras, por favor tomalas con grandeza ya que lo que yo describo es maravilloso, así como el verbo se hizo carne, mis palabras, ya son verbo".
¡Esta noche, solo esta noche, tan brillante!!

J.B López

martes, 25 de agosto de 2009

¡Un Cuatro Letras Cualquiera!

¡Una cuatro letras cualquiera!!, es lo que dice Dorita al darse cuenta que un amor te convierte en eso. No me atrevo a mencionar la palabra. Por que dice el profesor: Usted no sabe lo que perderse, sentir que el cuerpo no responde, beber hasta ahogarse y por ultimo no atreverse a nada!.

Que fuertes palabras, han de pronunciar estas dos estrellas y al final poder decir pues lo que es esto y un trago de agua no se le niega a nadie. Por ello siempre me a gustado ver a los muertos, por que después de verlos se que la vida es mucho mejor. Y no solo para mí, si no para ellos también.

Hoy no puedo cantar o necesito cantar o requiero vivir y por ello requiero cantar, todo puede existir y como dicen bueno, cada quien su vida. Que es lo que te vendo hoy, tengo tanto por que te pueda vender, no hemos terminado aun, se que tienes un final se que el final es Y Murió!! Lo único que puedes decir ahora es dar Amor, Fe y Esperanza. Creer, Creer en la pureza de el alma de alguien es complicado espero que creer en la tuya no lo sea. Y si tu crees que no hay ocasión esta noche. Te puedo decir que esta noche tan brillante es cuando hay más esperanza, Creer en el ahora es un tanto complicado por que no muestra mi realidad si no mi fantasía.


"Esta noche lo imposible es posible" J.B López.

jueves, 20 de agosto de 2009

El Rio y Los Muros

Quién diría que algo tan hermoso ha de presidir la vida del pueblo por la muerte. ¿Qué hemos hecho hoy? compartimos con nuestros enemigos el camino, el pan, los ánimos, la gente, los lugares, la vida o simplemente seguimos sin compartir nada a nadie, ni a ti que soy tu demonio y tu ángel a la vez. Es el desprecio total por la gente, haz respetado la vida o mientras tanto huiremos al mandato obscuro. La cobardía desmerece todas las virtudes del hombre, ya que al no compartir con tu enemigo el mismo humo del cigarro que te va agotar, ahora podrás morir a lado de tu enemigo y tu amigo en algún momento se volvió tu enemigo. Y por ultimo te pregunto ¿A cual familia eres merecedor? Si tu respuesta es a la sagrada familia me da gusto saber que eres tan divino que no encontraras dificultad alguna en ti, y la divinidad no tendrá un grado mayor. Con estas palabras espero encuentres a tus muertos, ya que por ellos tu estas aquí.

¡Afortunados son quienes se encuentran con la muerte y dichosos si murieron siendo perfectibles!.

J.B López

domingo, 16 de agosto de 2009

Ahora en el momento

¡Y el hombre sera hombre cuando deje a los padres y se una a su mujer!

Los más sabios de todos los tiempos sonreían y menean la cabeza y están acordes en decir:
¡Locura la de empeñarse en mejorar los locos!
¡Hijos de la sabiduría, temed a los locos como locos: así conviene!

Veamos ahora: la inmoralidd, ¿consiste en quitar a otro su gusto o su disgusto? El goce de dañar, ¿Es diabólico, como dice Shopenhauer? El hecho es que sacamos placer de la Naturaleza rompiendo ramas, estrellando piedras, combatiendo los animales salvajes, y todo para convencernos de nuestra fuerza. El hecho de saber que otro sufre por nosotros, ¿Haría ahora inmoral la misma cosa, en relacioón a la cual nos sentimos de otro modo irresponsable? Pero si eso no se supiera, tampoco se encontraría en ello el placer de la superioridad; éste no puede manifestarse sino en el sufrimiento de otro, por ejemplo, en la incomodidad.

"F. Nietzche"

Que conceptos tan más grandes asi como a Nietzche y a Goethe llegan a un discurso. Deberiamos de llegar nosotros a un discurso y a definir tu escencia. Hablamos de todo lo que se te pueda ocurrir menos de lo que tú eres.

"J.B López"

viernes, 7 de agosto de 2009

Único

Te invitó a que el día de hoy leas esta historia no solo por tí. Si no para tí y para aquellos a quién dices amar. Yo Ahora se a quien amo. ¿Y Tú lo Sabes?

SIR GALAHAD

Esta historia nos lleva a la época del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, tiempo
de hechicería y castillos de puentes levadizos, tiempo de intrigas y batallas heroicas, tiempo
de dragones mágicos que arrojan fuego por la boca y de paladines de honor y valor ilimitados.
El rey Arturo había enfermado. En tan sólo dos semanas su debilidad lo había postrado en
su cama y ya casi no comía. To dos los mé dicos de la corte fueron llamados para curar al mo -
narca pero nadie había podido diagnosticar su mal. Pese a todos los cuidados, el buen rey
empeoraba.
Una mañana, mientras los sirvientes aireaban la habitación donde el rey yacía dormido,
uno de ellos le dijo a otro con tristeza:
—Morirá...
En el cuarto estaba Sir Galahad, el más heroico y apuesto de los caballeros de la me sa redonda
y el compañero de las grandes lides de Arturo.
Galahad escuchó el comentario del sirviente y se puso de pie como un rayo, tomó al sirviente
de las ropas y le gritó:
—Jamás vuelvas a repetir esa palabra, ¿entiendes? El rey vivirá, el rey se recuperará... Solo
necesitamos encontrar al mé dico que conozca su mal, ¿oíste?
El sirviente, temblando, se animó a contestar:
—Lo que pasa, Sir, es que Arturo no está enfermo, está embrujado.
Eran épocas donde la ma gia era tan lógica y natural como la ley de gravedad.
—¡Por qué dices eso, maldición! —preguntó Galahad.
—Tengo muchos años, mi señor, y he visto decenas de hombres y mujeres en esta situación,
solamente uno de ellos ha sobrevivido.
—Eso quiere decir que existe una posibilidad... Dime cómo lo hizo ése, el que escapó de la
muerte.
—Se trata de conseguir un brujo más poderoso que el que realizó el conjuro; si eso no se
hace, el hechizado muere.
—Debe haber en el reino un hechicero poderoso —dijo Galahad—, pero si no está en el
reino lo iré a buscar del otro lado del mar y lo traeré.
—Que yo sepa hay solamente dos personas tan poderosas como para curar a Arturo, Sir
Galahad; uno es Merlín, que aun en el caso de que se enterara tardaría dos semanas en venir
y no creo que nuestro rey pueda soportar tanto.
—¿Y la otra?
El viejo sirviente bajó la cabeza moviéndola de un lado a otro negativamente.
—La otra es la bruja de la montaña... Pero aun cuando alguien fuera suficientemente valiente
para ir a buscarla, lo cual dudo, ella jamás vendría a curar al rey que la expulsó del
palacio hace tantos años.
La fama de la bruja era realmente siniestra. Se sabía que era capaz de transformar en su
esclavo al más bravo guerrero con sólo mirarlo a los ojos; se decía que con sólo tocarla se le
helaba a uno la sangre en las venas; se contaba que hervía a la gente en aceite para comerse
su corazón.
Pero Arturo era el mejor amigo que Galahad te nía en su vida, había batallado a su lado
cientos de veces, había escuchado sus penas más banales y las más profundas. No había
riesgo que él no corriera por salvar a su soberano, a su amigo y a la mejor persona que había
conocido.
Galahad calzó su armadura y montando su caballo se dirigió a la montaña Negra donde
estaba la cueva de la bruja.
Apenas cruzó el río, notó que el cielo empezaba a oscurecerse. Nubes opacas y densas perecían
ancladas al pie de la montaña. Al llegar a la cueva, la noche parecía haber caído en
pleno día.
Galahad desmontó y caminó hacia el agujero en la piedra. Verdaderamente, el frío sobrenatural
que salía de la gruta y el olor fétido que emanaba del interior lo obligaron a replantear
su empresa, pero el caballero resistió y siguió avanzando por el piso encharcado y el lúgubre
túnel. De vez en cuando, el aleteo de un murciélago lo llevaba a cubrirse instintivamente
la cara.
A quince minutos de marcha, el túnel se abría en una enorme caverna impregnada de un
olor acre y de una luz amarillenta generada por cientos de velas encendidas. En el centro,
revolviendo una olla humeante, estaba la bruja.
Era una típica bruja de cuento, tal y como se la había descripto su abuela en aquellas historias
de terror que le contaba en su infancia para dormir y que lo desvelaban fantaseando
la lucha contra el mal que emprendería cuando tuviera edad para ser caballero de la corte.
Allí estaba, encorvada, vestida de negro, con las manos alargadas y huesudas terminadas
en larguísimas uñas que parecían garras, los ojos pequeños, la nariz ganchuda, el mentón
prominente y la actitud que encarnaba el espanto.
Apenas Galahad entró, sin siquiera mirarlo la bruja le gritó:
—¡Vete antes de que te convierta en un sapo o en algo peor!
—Es que he venido a buscarte —dijo Galahad—, necesito ayuda para mi amigo que está
muy enfermo.
—Je... je... je... —rió la bruja—. El rey está embrujado y a pesar de que no he sido yo
quien ha hecho el conjuro, nada hay que puedas hacer para evitar su muerte.
—Pero tú... tú eres más poderosa que quien hizo el conjuro. Tú podrías salvarlo —argumentó
Galahad.
—¿Por qué haría yo tal cosa? —preguntó la bruja recordando con resentimiento el desprecio
del rey.
—Por lo que pidas —dijo Galahad—, me ocuparé personalmente de que se te pague el precio
que exijas.
La bruja miró al caballero. Era ciertamente extraño te ner a semejante personaje en su cueva
pidiéndole ayuda. Aun a la luz de las velas Galahad era increíblemente apuesto, lo cual
sumado a su porte lo convertía en una ima gen de la gallardía y la belleza.
La bruja lo miró de reojo y anunció:
—El precio es este: si curo al rey y solamente si lo curo...
—Lo que pidas... —dijo Galahad.
—¡Quiero que te cases conmigo!
Galahad se estremeció. No concebía pasar el resto de sus días conviviendo con la bruja, y
sin embargo, era la vida de Arturo. Cuántas veces su amigo había salvado la suya durante
una batalla. Le debía no una, sino cien vidas... Además, el reino necesitaba de Arturo.
—Sea —dijo el caballero—, si curas a Arturo te desposaré, te doy mi palabra. Pero por favor,
apúrate, te mo llegar al castillo y que sea tarde para salvarlo.
En silencio, la bruja tomó una maleta, puso unos cuantos polvos y brebajes en su interior,
recogió una bolsa de cuero llena de extraños ingredientes y se dirigió al exterior, seguida
por Galahad.
Al llegar afuera, Sir Galahad trajo su caballo y con el cuidado con que se trata a una reina
ayudó a la bruja a montar en la grupa. Montó a su vez y empezó a galopar hacia el castillo
real.
Una vez en el castillo, gritó al guardia para que bajara el puente, y éste con reticencia lo
hizo.
Franqueado por la gente de aquella fortaleza que murmuraba sin poder creer lo que veía o
se apartaba para no cruzar su mirada con la horrible mujer, Galahad llegó a la puerta de
acceso a las habitaciones reales.
Con la mano impidió que la bruja se bajara por sus propios me dios y se apuró a darle el
brazo para ayudarla. Ella se sorprendió y lo miró casi con sarcasmo.
—Si es que vas a ser mi esposa —le dijo— es bueno que seas tratada como tal.
Apoyada en el brazo de él, la bruja entró en la recámara real. El rey había empeorado desde
la partida de Galahad; ya no despertaba ni se alimentaba.
Galahad mandó a todos a abandonar la habitación. El mé dico personal del rey pidió permanecer
y Galahad consintió.
La bruja se acercó al cuerpo de Arturo, lo olió, dijo algunas palabras extrañas y luego
preparó un brebaje de un desagradable color verde que mezcló con un junco. Cuando intentó
darle a beber el líquido al enfermo, el médico le tomó la mano con dureza.
—No —dijo—. Yo soy el médico y no confío en brujerías. Fuera de...
Y seguramente habría continuado diciendo “...de este castillo”, pero no llegó a hacerlo;
Galahad estaba a su lado con la espada cerca del cuello del médico y la mirada furiosa.
—No toques a esta mujer —dijo Galahad—; y el que se va eres tú... ¡Ahora! —gritó.
El médico huyó asustado. La bruja acercó la botella a los labios del rey y dejó caer el contenido
en su boca.
—¿Y ahora? —preguntó Galahad.
—Ahora hay que esperar —dijo la bruja.
Ya en la noche, Galahad se quitó la capa y armó con ella un pequeño lecho a los pies de la
cama del rey. Él se quedaría en la puerta de acceso cuidando de ambos.
A la mañana siguiente, por primera vez en mu chos días, el rey despertó.
—¡Comida! —gritó—. Quiero comer...Tengo mucha hambre.
—Buenos días, majestad —saludó Galahad con una sonrisa, mientras hacía sonar la campanilla
para lla mar a la servidumbre.
—Mi querido amigo —dijo el rey—, siento tanta hambre como si no hubiese comido en semanas.
—No comiste en semanas —le confirmó Galahad.
En eso, a los pies de su cama apareció la ima gen de la bruja mirándolo con una mueca que
seguramente reemplazaba en ese rostro a la sonrisa. Arturo creyó que era una alucinación.
Cerró los ojos y se los refregó hasta comprobar que, en efecto, la bruja estaba allí, en su
propio cuarto.
—Te he dicho cientos de veces que no quería verte cerca del palacio. ¡Fuera de aquí! —ordenó
el rey.
—Perdón, majestad —dijo Galahad—, debes saber que si la echas me estás echando también
a mí. Es tu privilegio echarnos a ambos, pero si se va ella me voy yo.
—¿Te has vuelto loco? —preguntó Arturo—. ¿Adónde irías tú con este monstruo infame?
—Cuidado, alteza, estás hablando de mi futura esposa.
—¿Qué? ¿Tu futura esposa? Yo he querido presentarte a las jóvenes casaderas de las me -
jores familias del reino, a las princesas más codiciadas de la región, a las mujeres más hermosas
del mundo, y las has rechazado a todas. ¿Cómo vas ahora a casarte con ella?
La bruja se arregló burlonamente el pelo y dijo:
—Es el precio que ha pagado para que yo te cure.
—¡No! —gritó el rey—. Me opongo. No permitiré esta locura. Prefiero morir.
—Está hecho, majestad —dijo Galahad.
—Te prohíbo que te cases con ella —ordenó Arturo.
—Majestad —contestó Galahad—, existe sólo una cosa en el mundo más importante para mí
que una orden tuya, y es mi palabra. Yo hice un juramento y me propongo cumplirlo. Si tú te
murieses mañana, habría dos eventos en un mismo día.
El rey comprendió que no podía hacer nada para proteger a su amigo de su juramento.
—Nunca podré pagar tu sacrificio por mí, Galahad, eres más noble aún de lo que siempre
supe. —El rey se acercó a Galahad y lo abrazó—. Dime aunque sea qué puedo hacer por ti.
A la mañana siguiente, a pedido del caballero, en la capilla del palacio el sacerdote casó a
la pareja con la única presencia de su majestad el rey. Al final de la ceremonia, Arturo entregó
a Sir Galahad su bendición y un pergamino en el que cedía a la pareja los terrenos del
otro lado del río y la cabaña en lo alto del monte.
Cuando salieron de la capilla, la plaza central estaba inusualmente desierta; nadie quería
festejar ni asistir a esa boda; los corrillos del pueblo hablaban de brujerías, de hechizos
trasladados, de locura y de posesión...
Galahad condujo el carruaje por los ahora desiertos caminos en dirección al río y de allí
por el camino alto hacia el monte.
Al llegar, bajó presuroso y tomando a su esposa amorosamente por la cintura la ayudó a
bajar del carro. Le dijo que guardaría los caballos y la invitó a pasar a su nueva casa. Galahad
se demoró un poco más porque prefirió contemplar la puesta del sol hasta que la línea
roja terminó de desaparecer en el horizonte. Recién entonces Sir Galahad to mó aire y entró.
El fuego del hogar estaba encendido y, frente a él, una figura desconocida estaba de pie,
de espaldas a la puerta. Era la silueta de una mu jer vestida en gasas blancas semitransparentes
que dejaban adivinar las curvas de un cuerpo cuidado y atractivo.
Galahad miró a su alrededor buscando a la mujer que había entrado unos minutos antes,
pero no la vio.
—¿Dónde está mi esposa? —preguntó.
La mujer giró y Galahad sintió su corazón casi salírsele del pecho. Era la más hermosa mujer
que había visto jamás. Alta, de tez blanca, ojos claros, largos cabellos rubios y un rostro
sensual y tierno a la vez. El caballero pensó que se habría enamorado de aquella mu jer en
otras circunstancias.
—¿Dónde está mi esposa? —repitió, ahora un poco más enérgico.
La mujer se acercó un poco y en un susurro le dijo:
—Tu esposa, querido Galahad, soy yo.
—No me engañas, yo sé con quién me casé —dijo Galahad— y no se parece a ti en lo más
mínimo.
—Has sido tan ama ble conmigo, querido Galahad, has sido cuidadoso y gentil conmigo aun
cuando sentías que aborrecías mi aspecto, me has defendido y respetado tanto como nadie lo
hizo nunca, que te creo merecedor de esta sorpresa... La mitad del tiempo que estemos juntos
tendré este aspecto que ves, y la otra mitad del tiempo, el aspecto con el que me conociste...
—la mujer hizo una pausa y cruzó su mirada con la de Sir Galahad—. Y como eres mi esposo,
mi amado y maravilloso esposo, es tu privilegio tomar esta decisión: ¿Qué prefieres, esposo
mío? ¿Quieres que sea ésta de día y la otra de noche o la otra de día y ésta de noche?
Dentro del caballero el tiempo se detuvo. Este regalo del cielo era más de lo que nunca había
soñado. Él se había resignado a su destino por amor a su amigo Arturo y allí estaba ahora
pudiendo elegir su futura vida. ¿Debía pedirle a su esposa que fuera la hermosa de día
para pasearse ufanamente por el pueblo siendo la envidia de todos y padecer en silencio y
soledad la angustia de sus noches con la bruja? ¿O más bien debía to lerar las burlas y desprecios
de todos los que lo vieran del brazo con la bruja y consolarse sabiendo que cuando
anocheciera tendría para él solo el placer celestial de la companía de esta hermosa mujer de
la cual ya se había enamorado?
Sir Galahad, el noble Sir Galahad, pensó y pensó y pensó, hasta que levantó la cabeza y habló:
—Ya que eres mi esposa, mi amada y elegida esposa, te pido que seas... la que tú quieras
ser en cada momento de cada día de nuestra vida juntos...

El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar a otro para que sea quien es. "Jorge Bucay"
Eh permitido encontrarme, y ahora sabiendo tal cual soy Único.
J.B López

"Gestalt"

Acercamiento a la Gestalt. Todo tiene su momento, y caída con su tiempo bajo el cielo. Su tiempo al nacer y su tiempo el morir su tiempo ...